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El letrista de Blucer, publica nuevo libro – Humor absurdo con los detectives «Gilo y Ben» – narración surrealista

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(O cómo reírse hasta perder el sentido, con permiso del hígado)

Eduardo Garbayo firma con Gilo y Ben un manifiesto del disparate en forma de libro, donde la lógica se toma unas vacaciones permanentes y el absurdo se corona como rey indiscutible. Si el humor fuese un deporte olímpico, esta colección de relatos ganaría el oro… aunque probablemente lo fundiría para hacer figuritas de alpacas parlantes.

Virtudes de un libro que debería venderse con advertencia médica:

1. Inventiva que desborda el medidor de locura
Cada caso es un torrente de originalidad: gallinas azules que roban silbidos, espejos que organizan fiestas con pingüinos bailarines («traje de etiqueta obligatorio»), y hasta un asesinato que… espera, ¿hubo realmente un crimen?. La lectura se convierte en un viaje psicodélico sin necesidad de sustancias, salvo las que el autor ingiriera para escribirlo.

2. Homenaje a los dioses del humor inteligente
La dedicatoria a «los maestros del disparate lúcido» (Gila, Chiquito de la Calzada, Monty Python) no es casual: aquí cada página rie, guiña y revienta convenciones con la elegancia de un elefante en una cacharrería.

3. Diálogos que deberían enmarcarse (o encerrarse)

  • Gilo: Filósofo que confunde a Nietzsche con una receta de salchichas.

  • Ben: Cree en la «Ley de la Gilotropia» («todo absurdo atrae más absurdo»).

  • Marga (la secretaria): Sus réplicas cortan más que un cuchillo de plástico… pero duelen igual.

4. Estructura: ¿O es un libro o un laberinto kafkiano con chistes?
39 relatos donde:

  • Los capítulos huyen del lector.

  • Los finales se rebelan contra sus propios autores.

  • Hay un «epílogo que no epiloga» y un libro que se declara culpable («perdón por las molestias»).

5. Metaliteratura con esteroides (y algo de whisky)
Garbayo rompe la cuarta pared como si fuese de papel: advierte sobre «daños cerebrales irreversibles», firma como «cómplice de la Agencia» y convierte al propio libro en un personaje más. ¿Es esto narrativa o un experimento social?

6. Lenguaje: El castellano puesto a bailar sevillanas en una centrifugadora
Puntuación «renegociada», neologismos como «Gilotropía» («fuerza que atrae gags») y juegos de palabras que harían llorar a la RAE. Un festín para amantes del idioma… y una pesadilla para correctores.

7. Ritmo: De cero a carcajada en 2.3 segundos
Pese al caos, cada relato avanza con precisión de reloj suizo… si el reloj estuviese borracho. Nunca da tiempo a aburrirse: cuando crees que has entendido el chiste, el libro te lanza otro mejor.

Conclusión (o lo más parecido a una que existe aquí):

Gilo y Ben es el equivalente literario a un cóctel molotov de alegría: explosivo, impredecible y tan adictivo como los gominolas. Ideal para:

✔ Quien prefiera reírse a entender.
✔ Fans de humor con cerebro (pero cerebro en modo stand-up).
✔ Valientes que no teman que su familia los mire raro al reírse a solas.

Advertencia: Contiene más método que un manual de escritura creativa y más chispa que un cortocircuito en una fábrica de fuegos artificiales. ¡Úselo bajo su propio riesgo!

 

«El único libro que me hizo reír hasta soltar el libro… y luego reírme por haberlo soltado.»
Un lector que ahora está en lista de espera para terapia.

 

 

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